Planificación urbana y cambio climático

Silvia Valentinuzzi Núñez

Silvia Valentinuzzi Núñez

Ingeniera Especialista en Planificación Urbana


La planificación urbana es, al mismo tiempo, una ciencia y una práctica que permite planear la forma en que se desarrollarán actividades en un territorio específico ya ocupado; este desarrollo puede ser orientado tanto a conservar lo existente como a transformarlo, buscando la mejora en el hábitat para las personas. Así, como ciencia existe teoría sobre cómo se debe dar ese desarrollo, principios que deben regirlo y modelos que buscan objetivos puntuales; como práctica cuenta con instrumentos normativos y técnicos que definen las reglas y bases que permitirán alcanzar las metas de conservación y transformación que se hayan definido.

De este modo, la planificación urbana sirve para, con base en datos (información técnica y científica), conocer un territorio desde las perspectivas física, ambiental, social, demográfica, económica, de infraestructura y servicios y legal, considerando en todo momento la participación ciudadana, para alimentar la toma de decisiones sobre el futuro que se desea y definir las reglas (normativa) que permitirá transitar el camino para alcanzarlo.

 

Un elemento muy significativo del que debe encargarse la planificación urbana es la gestión del riesgo. El riesgo es resultado de la presencia de dos factores:

  • Una amenaza natural o antrópica, donde hay pocas posibilidades de modificarla, como en el caso de las inundaciones fluviales (de ríos) y deslizamientos, como dos amenazas muy presentes en el país; y
  • La vulnerabilidad de las personas y sus actividades ante la amenaza natural, la cual se crea y, del mismo modo, puede reducirse.

Así, si en un determinado lugar se determina la presencia de una amenaza natural, la cual se manifiesta en un área específica, corresponde tomar medidas para no poner en vulnerabilidad a las personas, lo cual significa que no ocupen esa área que, potencialmente, será afectada en algún momento futuro.

Al realizar la fase de diagnóstico, por donde empieza cualquier proceso de planificación urbana, se identifican las amenazas, realizando para ello estudios científicos detallados, y se determinan las condiciones de vulnerabilidad de la población ante la misma. Si el área de impacto de la amenaza no está ocupada, mediante la normativa urbanística deberá procurarse que se mantenga así, permitiendo usos de bajo impacto que no pongan a la población en peligro. Si, por el contrario, este sector se encuentra ya ocupado, deberán identificarse medidas para mitigar el potencial impacto de la amenaza; considerando la dimensión del evento que podría darse, es posible que no haya medidas de mitigación suficientes y que lo más conveniente sea reubicar a la población.

Al identificar en un territorio las áreas que son sujetas a ser afectadas por una amenaza natural es posible también determinar otras hacia donde será seguro crecer, con lo cual se minimizarán costos futuros por atención de emergencias y reparación de daños.

En territorios ya ocupados, las amenazas naturales pueden tener un comportamiento particular influenciado por dinámicas antrópicas (producidas o modificadas por la actividad humana), que tienden a aumentar la vulnerabilidad de la población, lo cual implica que la modificación de estas dinámicas podría también disminuir el riesgo.

Un ejemplo común en estos días: las inundaciones urbanas. Simplificando un poco, en este escenario intervienen 4 variables principales:

1. Patrones de lluvia donde hay un aumento en la intensidad y, por tanto, en la cantidad de agua que cae en un tiempo determinado;

2. Aumento del área impermeabilizada, con lo cual se da una mayor escorrentía de las aguas llovidas que van al alcantarillado pluvial;

3.Disminución de la capacidad del alcantarillado pluvial para conducir agua, por obstrucciones causadas por basura;

4.Aumento en los niveles del agua en los ríos, que no permiten la salida del agua transportada por el alcantarillado pluvial.

Tres de estas cuatro variables son producto del accionar humano y, por tanto, podrían modificarse; solamente la primera escapa a nuestro control más directo, aunque la lucha contra el calentamiento global, en que se encuentra toda la humanidad, tiene el potencial de incidir en esta variable a más largo plazo.

 

Para incidir en las primeras 3 variables se podrían implementar acciones como las siguientes:

 

  1. Aumentar la cantidad de superficie permeable del territorio, lo que haría que una mayor cantidad de agua llovida se infiltre nuevamente en la tierra, por ejemplos usando soluciones basadas en la naturaleza, lo cual incide en las variables;
  2. Construir obras que retengan el agua llovida y retrasen su ingreso a los alcantarillados pluviales; lo que haría que menos agua deba ser transportada por estos, incidiendo en las variables 3 y 4.
  3. Gestionar los residuos sólidos apropiadamente, para que no terminen en las alcantarillas y en los ríos, a través de campañas de recolección de residuos no tradicionales o especiales, lo que permitiría incidir en la variable 3.

 

Así, este tipo de acciones sumadas podrían ayudar a mitigar inundaciones urbanas a escala de microcuencas, entendiendo la interacción entre ellas (implementar una sola no sería tan efectivo como implementar más de una) pero también el aporte que hacen al problema las partes altas, medias y bajas de la cuenca, siendo que las últimas sufren más los efectos de las inundaciones que se producen por las cosas que se hacen aguas arriba (partes medias y altas de la cuenca).

Este ejemplo genérico e hipotético muestra el papel que tenemos en la creación de vulnerabilidad y por tanto riesgo, pero también en su disminución. Cada caso puede ser diferente, contando con particularidades que requerirán de estudios técnicos especiales para conocerlas y atenderlas, pero con base en los resultados puede avanzarse hacia una gestión y planificación responsable del territorio, donde cada persona asuma su papel y se haga cargo de la porción del problema que le corresponde, aplicando el principio de corresponsabilidad, con lo cual se podrá proteger a las comunidades más vulnerables y evitar crear nuevas condiciones de vulnerabilidad futura.