Monitoreo participativo de aves: una herramienta para la gestión de territorios y de servicios ecosistémicos urbanos
Jossy Calvo Villalobos
Biólogo Proyecto TEVU
Palabras clave: Ciencia ciudadana, monitoreo biológico, aves, urbano, servicios ecosistémicos
Se entiende por monitoreo participativo un proceso que se realiza a través de ciencia ciudadana (CC), un concepto de muchos años atrás, que ha tenido su auge en la última década gracias al surgimiento de herramientas tecnológicas (Blanco, 2015). Busca involucrar al público en la ciencia, en actividades generalmente coordinadas por personas o entidades científicas, además de fomentar el aporte de la ciudadanía a la investigación a través de recursos, esfuerzos y conocimientos (Wiggins y Crowston, 2011).
Una de las áreas donde ha tenido mayor alcance ha sido a través del monitoreo biológico participativo, especialmente monitoreo de aves, ya que estas desempeñan funciones clave para la regeneración y mantenimiento de ecosistemas. Monitorearlas nos permite medir la salud de nuestras áreas verdes de manera directa e indirecta, por ejemplo, a través de las interacciones de aves con otros organismos y elementos del hábitat. Adicionalmente, su belleza, relativa facilidad de observación y comportamiento les hace un grupo fácil de generar vínculos con las personas sin importar su edad, haciéndole ideal para conectar a las personas con la naturaleza (Ruiz-Gutiérrez et al., 2020).
En esta publicación se resaltan tres preguntas clave; ¿por qué monitorear las aves?, ¿por qué este es un proceso que deba interesar a las comunidades? Y finalmente ¿qué importancia tiene el realizarlo de manera participativa para las personas tomadoras de decisiones en los territorios?.
Para contestar la primera interrogante debemos prestar atención a la realidad y problemáticas que enfrentan las ciudades del mundo, de los cuales Costa Rica (CR) no es la excepción (Toharia, 2017). De acuerdo con las Naciones Unidas, para el 2050, la población que habita en áreas urbanas y suburbanas se incrementará aproximadamente en un 80% (Lerman et al., 2012), lo que podría implicar significativamente en mayores pérdidas de hábitat silvestre y de biodiversidad de los ecosistemas naturales e intervenidos, que actualmente ya están degradados. Está bien documentado que nuestra calidad de vida depende de que espacios como jardines, parques y ríos urbanos estén saludables, para que alberguen biodiversidad y así obtener servicios ecosistémicos, es decir, todos los beneficios que recibimos de la naturaleza. Se resumen algunos de los beneficios directos que reciben las comunidades de aves silvestres a través de la conservación de espacios naturales para la biodiversidad en ciudades y paisajes productivos.
Mantenimiento y regeneración natural en zonas boscosas, como zonas de recarga hídrica y áreas de protección de ríos
Dispersión de semillas:
en los bosques tropicales cerca del 80 % de las semillas de todas las plantas leñosas son dispersadas por vertebrados como aves, murciélagos y otra fauna (Wilson y Traveset, 2000). Las aves, por su capacidad de desplazamiento cumplen un rol vital para trasladar semillas mayores distancias y en las ciudades y otros sistemas intervenidos se ha estimado que cumplen una función aún mayor (Holl et al., 2000; Quesada-Acuña et al., 2018).
Polinización:
Si bien los insectos suelen atribuirse más para servicios de polinización, las aves también cumplen un rol vital para muchas plantas. En una ciudad tropical en Brasil se identificaron hasta 94 especies de plantas polinizadas por colibríes y a diferencia de lo que ocurre en áreas naturales, encontraron que la mayoría corresponden a árboles y arbustos (Maruyama et al., 2020).
Control de poblaciones silvestres, regular el funcionamiento y equilibrio general de los ecosistemas
Control sanitario:
Muchas aves controlan la proliferación de especies silvestres que puedan constituir riesgos para la salud pública. Un individuo de lechuza de campanario (Tyto alba), común en ciudades de CR, puede consumir entre 1 a 3 roedores cada noche, especialmente ratas invasoras como Rattus rattus. Mientras que una sola pareja puede eliminar más de 1 000 ratas cada año (Martin, 2009; Ávila et al., 2018).
Otro caso bien documentado económicamente es el de aves carroñeras en la descomposición de materia orgánica en las ciudades. En la India, un estudio cuantificó que el declive de más de un 90 % de buitres (Gyps sp) debido a contaminantes, significó pérdidas para el sector salud de cerca 34 billones de dólares en 14 años, debido a la acumulación de material orgánico y proliferación de enfermedades (Gilbert et al., 2002; Markandya et al., 2008). En CR este servicio lo proveen aves como los zopilotes negro y cabeza roja
Productividad alimentos:
Se ha estimado que la reinita amarilla (Setophaga petechia), una de las aves migratorias más comunes que visitan ciudades y cultivos de nuestro país cada año, permite ahorrar hasta $9 400 anuales de inversión en la productividad de una finca cafetalera mediana, ya que es una de las principales depredadoras del escarabajo Hypothenemus hampei, causante de la broca, una de las enfermedades más problemáticas de este cultivo, invulnerable a la mayoría de pesticidas (Karp et al., 2013).
Turismo y generación de empleos:
Aves emblemáticas como quetzales, tucanes y muchas especies raras para los turistas más especializados constituyen uno de los principales atractivos para atraer personas a sitios específicos. De acuerdo con informes del Instituto Costarricense de Turismo (ICT), el mercado potencial de observadores de aves en 2015 se estimó en más de 9.2 millones de personas en el mundo. Más de 2 millones de turistas suelen visitar CR cada año, de los cuales según el último informe, más del 60 % visitaron el país por ecoturismo y una de las principales actividades es la observación de aves con equipo. En 2016 se estimó que el gasto promedio por turista es de $3 221 y 18 noches de estadía(ICT, 2016; ICT 2019). Este es un mercado de empleos verdes poco explorado en la ciudades.
Si bien estos números son muy significativos y ayudan a dimensionar el aporte que cada especie significa para la calidad de vida de las personas, más sorprendentes son las estadísticas y aportes de especies que no han sido siquiera cuantificados y su posible impacto tras perderlos. Adicionalmente no se pueden excluir todos aquellos beneficios que son prácticamente imposibles de cuantificar, como el valor cultural o espiritual para una persona o comunidad de observar y disfrutar de la fauna.
El monitoreo estandarizado y periódico de las poblaciones nos permiten detectar cambios significativos en abundancia, frecuencia o distribución de las aves cuando la situación puede ser menos crítica y más manejable. De esta manera implementar políticas como regulación de uso de suelo, recuperación de hábitats o sensibilizar poblaciones para revertir una situación de pérdida de biodiversidad.
El monitoreo además, se torna particularmente importante cuando se integra y se da seguimiento a especies indicadoras de procesos de interés. Estas son aquellas más sensibles, que se ha comprobado responden de forma predecible y significativa a la degradación ambiental y por tanto pueden ofrecer información confiable. En el Valle Central de CR contamos con aves que son buenas indicadoras, por ejemplo, la presencia del mirlo plomizo acuático (Cinclus mexicanus) relacionada con ríos muy limpios, un soterré de selva pechigrís (Henicorhina leucophrys) que depende y es buena indicadora de presencia de bosques poco fragmentados, o un pinzón cafetalero (Melozone cabanisi) que por su amenaza y comportamiento puede ser buena indicadora de conectividad biológica en bosques secundarios y otros ecosistemas urbanos intervenidos (Feck, 2002; Sandoval, 2019).
Ahora bien, conociendo la importancia de llevar a cabo monitoreos de fauna debemos plantear también por qué abordarlos a través de la CC. En general este enfoque es una alternativa que permite a las comunidades comprender mejor de qué manera se conectan diversas situaciones locales con los problemas ambientales regionales a los que es-al (Haugen, 2010).
Se considera que la CC beneficia a la ciudadanía porque le acerca a oportunidades de conocimiento, desarrollo de aptitudes y capacidades. Además, en escenarios óptimos, genera plataformas participativas, donde las comunidades forman parte de la toma de decisiones sobre aspectos que influyen directamente en su calidad de vida, generándoles mayor satisfacción acerca de procesos, apropiación y sostenibilidad (Mansuri y Rao, 2012).
El modelo se basa en parte, en experiencias participativas del Proyecto Paisajes Productivos de PNUD y trabajo con el CBI María Aguilar (CBIMA), a través del cual, la conformación de brigadas de monitoreo (personas sensibilizadas y capacitadas voluntarias en monitoreo) se fomentaron prácticas para relacionarse mejor con el ambiente y permitió visibilizar mejor fenómenos como la pérdida de conectividad biológica y de servicios ecosistémicos.
De acuerdo con esta experiencia de monitoreo, destaca que para las personas que participaron del CBIMA, que incluye de las regiones más urbanizadas del país, su principal motivación fue el interés por observar fauna en su comunidad, disfrutar y explorar de espacios verdes en convivencia con otras personas, aprender a identificar especies y contribuir con la conservación en general (resultados de encuestas y talleres, 2021). Disfrutar de espacios verdes fue un aporte significativamente importante para las personas voluntarias, especialmente en el contexto de pandemia y de riesgo para salud física y mental que se llevó a cabo los inicios del monitoreo.
Esto resalta que el programa podría no depender de un incentivo económico para motivar la colaboración; lo que genera más sostenibilidad. Un factor importante, pues la dependencia de incentivos económicos ocurre en otros proyectos, no necesariamente por falta de interés, sino también por condiciones socioeconómicas de zonas vulnerables de muchas comunidades (Yepes et al., 2018).
Asimismo, la ciudadanía se puede considerar la primera línea de interacción con los recursos naturales en un territorio e incidirá directamente en qué tanto logremos conservar (Yepes et al., 2018). En este sentido no puede considerarse la CC como un costo del programa, especialmente cuando tiene enfoques importantes de sensibilización ambiental, sino más bien sería una inversión que incluso genera beneficios científicos y económicos a corto y largo plazo.
En el siguiente cuadro se resumen algunos aportes de la CC a tomadores de decisiones, anotando también ejemplos de lo observado en experiencias como las brigadas de monitoreo del CBIMA. (Toomey y Domroese, 2013; PNUMA, 2014; Wilson et al., 2020):
Algunos aportes de la ciudadanía al Programa Urbano de Monitoreo Participativo de Fauna, identificados en experiencias del CBIMA y otros procesos
Voluntarias y voluntarios expertos en identificación:
Una limitante regular en territorios grandes es no contar con suficiente recurso humano capacitado. La CC con suficientes incentivos sociales permite atraer personas voluntarias con experiencia en identificación que lideren las rutas de avistamiento de aves en los conteos anuales.
Seguridad:
Un reto en muchas ciudades es garantizar la seguridad de los participantes. La participación ciudadana, presencia de grupos más grandes de avistamiento, apoyo local, así como el acompañamiento y alianzas con policías permite llevar a cabo monitoreos en lugares que usualmente son poco monitoreados.
Avistamientos de especies nuevas y/o raras:
Aplicaciones móviles de CC como INaturalist o Ebird, permiten compilar datos esporádicos durante todo el año de especies raras y/o de importancia para el monitoreo. En el caso de la experiencia del CBIMA, en 2 años y gracias a aportes de brigadistas, se contó con avistamientos de especies raras e incluso de más de 20 especies “nuevas” para el territorio, que por su rareza no se lograron avistar en años o avistamientos anteriores.
Sensibilización a comunidades:
Aunque este beneficio en general se percibe a mediano y largo plazo, es uno de los que más incidirá en la convivencia de la ciudadanía con los hábitats urbanos.
Mayor compromiso entidades privadas-gubernamentales:
La CC genera mayor visibilidad a los proyectos y por lo tanto, incentiva mayor interés y compromiso de entidades privadas y gubernamentales a participar y colaborar con el monitoreo y divulgación.
Conocimientos y acceso a sitios:
Las comunidades resguardan conocimientos e información valiosa sobre hábitats, procesos y biodiversidad relevantes para cualquier programa de monitoreo. Un vecino(a) conoce puede conocer muy bien -y facilitar- accesos a sitios ecológicos locales de interés, donde habita o se reproduce una especie indicadora o amenazada, así como datos de su historia natural, como de qué está alimentando o a qué horas son más activas.
Como reflexión final, se destaca la importancia de continuar creando, fortaleciendo y sumando esfuerzos de monitoreo participativo de fauna en los actuales y otros territorios, de la mano de gobiernos locales, figuras de gestión como los comités locales de CBI, comunidades organizadas o entidades privadas. Cabe resaltar que aún quedan muchos retos para trabajar, especialmente en la sostenibilidad financiera de proyectos a través de alianzas público-privadas, la gestión y socialización de la información técnica y científica compilada entre todos los actores y lograr el involucramiento integral de sectores políticos, privados o civiles que históricamente han mostrado menos interés en estos procesos participativos, sin los cuales no es posible acceder a transformaciones necesarias para una transición hacia una economía verde urbana.